Tuesday, August 2, 2011

Ni la del 79, ni la del 93

La alusión a “los principios de la Constitución de 1979” que desató la airada protesta fujimontesinista y el circo protagonizado por Martha Chávez, en defensa de la constitución del 93, elaborada y aprobada desde el SIN directamente por Montesinos, vuelve a poner en el tapete la inconstitucionalidad de la vida política del Perú.

Aunque para Marisol Espinoza, la diferencia entre ambas constituciones sería que "la del 79 es producto de la lucha contra una dictadura y la del 93 es el fruto de una dictadura”, sin duda hay mucho más que eso.

Diferentes formas de producción versus exclusividad de la empresa privada
Mientras la del 93, consagra la “Economía social de mercado” (Título III, Capítulo I, Artículo 58), dejando para el estado apenas un rol subsidiario de actividad empresarial, la del 79, “garantiza el pluralismo económico” (Título III, Capítulo I, Artículo 112).

Esto es, mientras la del 79, al tiempo que refuerza el concepto de que la riqueza proviene del trabajo, destaca que “la libertad económica está sustentada en varias formas de empresas: estatales, privadas, cooperativas, autogestionadas, comunales y de cualquier otra modalidad…”, la del 93, en cambio, le da un carácter de exclusividad a la empresa privada, relegando al estado a cumplir un rol subsidiario, es decir de apoyo o ayuda a la empresa privada en el caso de que ésta no de atención o esté incapacitada para desarrollar una empresa que resuelva una demanda o necesidad de interés público.

Capitalismo de Estado
La diferencia es notoria, en el caso de la del 79, el Estado era libre para iniciar una empresa, por ejemplo alimentaria, (como se hizo con la pesca en los años 70, que popularizó el consumo de pescado en todo el Perú), de confecciones (como el CINCOMIL, una empresa en manos del ejército que confeccionaba los uniformes militares a bajo costo). La del 79, también permitía al Estado la creación de Parques Industriales bajo la modalidad de empresas mixtas (estatales y privadas).

Corrupción y faenones garantizados por la Constitución fujimontesinista
En cambio, bajo la del 93, el Estado fujimontesinista entregó, alegremente y de manera corrupta, los bienes estatales, supuestamente de todos los peruanos, incluyendo la entrega de fondos de seguridad social, con la idea de que esos fondos en manos del estado no ganaban nada, en cambio, en manos de los privados esos fondos crecerían, cosa que no ha sido cierto porque varias entidades financieras, en diferentes oportunidades, han puesto en riesgo esos fondos que colocados en bolsas de valores internacionales han sufrido los estragos de caídas significativas de los mercados bursátiles.

Si bien desde un punto de vista económico, la del 79 permite un mínimo favorable a la economía de los peruanos, a diferencia de la del 93 que consagra el despojo total y el enriquecimiento de unas pocas corporaciones, especialmente multinacionales bajo la modalidad de faenones y corrupción, la realidad es que ambas consagran al sistema capitalista, siendo la del 93 una brutal expresión de lo que se llama neoliberalismo o “capitalismo salvaje”.

Ni la del 79, ni la del 93, solucionaron nada 
Porque ambas aceptan el sistema de propiedad privada de los medios de producción, vale decir el capitalismo, que está llevando al planeta a su destrucción y a la sociedad humana en peligro de extinción.

Asamblea Constituyente para una nueva Constitución
Una nueva constitución, que apunte al bienestar colectivo, que declare perniciosa la propiedad privada de los medios de producción y la vaya erradicando con formas democráticas, ampliamente participativas y profunda educación masiva, es lo que realmente le urge al Perú y al mundo entero. Una Constitución que sea ampliamente debatida por todo el país que, organizado desde la base social, genere sus mejores representantes para finalmente mediante una Asamblea Constituyente dar la forma a un nuevo Perú.

Un planeta para todos
No falta mucho para que el planeta, al ritmo de crecimiento demográfico actual, alcance los diez mil millones de habitantes, por lo que, el sistema que ha permitido que las riquezas naturales y sociales se acumulen egoístamente en pocas manos, generando la hambrunas endémicas que dan la vuelta al mundo, debe desaparecer.

Las riquezas naturales deben pertenecer a todos los seres humanos, así como los frutos que éstas den en todos los aspectos de la actividad económica, sea en agricultura, en minería, en pesquería, en industria etc. El tanto por ciento, del que Vallejo llamaba a desconfiar, el lucro individual que produce la acumulación de riquezas en pocas manos y las ambiciones de poder, deben dar paso a una armonía social que al fin ponga en realidad ese concepto aparentemente religioso pero que tiene de existencia la edad de la humanidad: amarse los unos a los otros con libertad, igualdad y fraternidad.

Cabe

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