Friday, August 19, 2011

Trotsky: no pudieron matarlo

El sol resplandecía la mañana de ese 20 de agosto de 1940 en Coyoacán, una de las 16 delegaciones del Distrito Federal de México que, curiosamente, significa “lugar de coyotes”. León Trotsky, viejo revolucionario, el último de los bolcheviques, despertó a las 7:00 de la mañana sin la broma usual que compartía con Natalia Sedova, su compañera, luego de varios fallidos atentados contra sus vidas, “Ya ves, anoche no nos mataron”.

Pocas semanas antes, esa misma claridad solar lo había inspirado a escribir: “Natasha acaba de acercarse a la ventana desde el patio y la ha abierto más, para que el aire entre mejor en mi habitación. Puedo ver la verde franja de césped al pie del muro y el claro cielo azul encima de éste y la luz del sol en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la limpien de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten a plenitud” 

Concepto de la historia 
Trotsky se vistió rápido, tomó desayuno y como después narraría Natalia Sedova, su compañera, “se dirigió con pasos vigorosos al patio para dar de comer a sus conejos”. Comentó con ella su último libro dejado a medias, Stalin, una biografía que destacaba la historia del gran organizador de derrotas, como lo calificaba a aquel, y que desarrollaba fiel a su concepto de la historia que debe estudiarse “sin reir, ni llorar, solo comprendiendo”.

Las guerras imperialistas
Trotsky priorizaba en esos días la inminente II Guerra Mundial, aportando mayores ideas al “derrotismo revolucionario” que consiste en que los trabajadores no deben defender ninguna patria imperialista, fuera “democrática” o fascista, porque de lo que se trataba era de transformar la guerra en revolución. “La guerra actual, comunicaba el Viejo a un dictáfono, es una continuación de la última. Pero una continuación no es una repetición, sino, un desarrollo, una profundización, una agudización”. Por lo que las respuestas también merecen evolucionar.

La revolución permanente
Las noticias del mundo giraban en su cabeza dedicada a pensar en el socialismo como meta de la humanidad, imposible en “un sólo país”, pero posible en países de capitalismo poco desarrollado, gracias a las leyes de la historia, del desarrollo desigual y combinado que permite a sociedades atrasadas ponerse al día en los adelantos alcanzados por las sociedades más avanzadas. No importa dónde ni bajo qué condiciones, se rompa la cadena del imperialismo capitalista. La gran transformación social solo podrá ser exitosa si aniquila la propiedad privada de los medios de producción y si esta revolución socialista encuentra su extensión internacional hasta copar el planeta entero. Tal es la esencia de la revolución permanente.

La derrota en España y la urgencia de la Cuarta Internacional
La derrota de la revolución española, ocasionada en gran medida por la política conjunta de reformistas, anarquistas y stalinistas, de impedir el socialismo con la excusa de que primero había que ganar la guerra contra el franquismo, para después “gozar de las reformas”, en la que el papel conciliador del POUM, inicialmente trotskysta, también tuvo que ver en semejante descalabro, motivó la urgente convocatoria para la creación de la Cuarta Internacional, con el objeto de organizar fuerzas internacionales para mantener vigente y constante la lucha por el socialismo en base a las teorías del marxismo revolucionario.

Para Trosky no había tiempo que perder frente a los acontecimientos que ponían a la humanidad ante la disyuntiva de “socialismo o barbarie”. El era conciente de que su tiempo se acortaba pero no sabía cuanto. No supo en ese momento que su hora final había llegado.

Llega el sicario de Stalin 
A las cinco de la tarde, Trotsky, nuevamente salió al patio a dar de comer a sus conejos, cuando fue avisado de que “Jackson Monard, o Ramón Mercader” que, en plena estación de verano vestía sospechosamente abrigo y sombrero, pedía entrevistarse con él para una opinión del Viejo acerca de un artículo que el sicario de Stalin supuestamente escribió sobre la ocupación alemana de Francia.

Trotsky tuvo que vencer las dudas para quedarse a solas con Monard-Mercader, “ese hombre podría matarme” le dijo después a Joseph Hansen, uno de sus guardaespaldas enviado por el SWP de Estados Unidos.

Acababa de leer la primera cuartilla cuando Jackson-Monard descargó, con todas sus fuerzas, un zapapicos, o piqueta de alpinista, sobre la cabeza del bolchevique, con toda la intención de destruir el cerebro que no dejaba dormir en paz a Stalin, que desde lejos había conspirado para destruir el pensamiento de quien, a pesar de su exilio y soledad, mantenía viva la llama de la revolución socialista.

Su persistente vigencia
Han transcurrido 71 años, el mundo ha cambiado mucho desde entonces pero el capitalismo contra el que Trotsky luchó hasta su muerte persiste en su carrera destructiva, ya no solo de vidas sino del planeta mismo que, debido a su naturaleza depredadora y criminal, avanza al borde de la extinción.

Si el socialismo logra por fin evitar la destrucción del planeta, la imagen de Trotsky, con seguridad estará en la bandera de esa victoria. Entonces, resonarán sus últimas palabras dictadas a Hansen: “Me hallo cerca de la muerte por el golpe de un asesino político… me abatió en mi cuarto. Luché con él… entramos… entramos… hablamos de estadísticas francesas… me golpeó… dígales por favor a mis amigos… estoy seguro… de la victoria… de la Cuarta Internacional… ¡adelante!”

No hubo metáfora en su mensaje final. El gran organizador de la toma del Palacio de invierno en ese Octubre Ruso de 1917, el que de la nada construyó el Ejército Rojo, victorioso contra los ejércitos que apoyados por los imperialismos intentaron derrotar a la revolución, era contundente en sus palabras finales: No habrá liquidación del capitalismo, sin organizaciones políticas revolucionarias. Las movilizaciones sociales por si mismas no conducirán a la victoria socialista.

La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado (Trotsky, Primer párrafo del Programa de Transición).
Cerca de 350 mil personas siguieron el féretro que portaban los restos de León Davidovich Bronstein, Trotsky, por las calles del Distrito Federal. México país que le pone letra y música a su historia no dejó de ponérsela a este acontecimiento que enlutaba a los trabajadores del mundo. Aquí, el Corrido a Leon Trotsky.

No comments:

Post a Comment