Thursday, July 7, 2011

Trujillo, 7 de julio de 1932, 79 años después

El pueblo trujillano resistió con heroísmo
Era pasada la medianoche, y los insurgentes divididos en dos grupos comandados por Manuel “Búfalo” Barreto y Alfredo Tello Salavarría, destacados el primero frente a la entrada principal y el segundo en la parte posterior del Cuartel Ricardo O’Donovan, ubicado en los extramuros de la ciudad de Trujillo, capital del departamento de la Libertad, cuando se dio la orden de ataque.

Búfalo Barreto, un hombre alto, musculoso y muy fuerte, dio la contraseña a la guardia del cuartel que se hallaba tras el portón de ingreso y que supuestamente estaba alineada con la insurrección. No se sabe aun como es que la guardia fue cambiada y en vez de recibir la respuesta adecuada se oyó ¡Alto o disparo! Barreto, lleno de furia, sintiéndose engañado, arremetió contra el portón abriéndolo de par en par, recibiendo una descarga que lo dejó sin vida.

Informado de la fatal noticia, Tello asume la dirección de la batalla por la toma del cuartel. Iluminado por la fe de su doctrina política y sacando conocimientos militares, allí mismo, al andar, en pocas horas, adiestrados oficiales y soldados fueron derrotados militarmente, en su terreno. Es que cuando los pueblos se deciden nada impide su victoria.

Enterados los trujillanos de la hazaña, por miles se apostaron en la Plaza de Armas para celebrar el triunfo y declarar Trujillo “zona liberada”. La revolución aprista-socialista había comenzado.

¿Cómo es que se llegó a esta situación?
El Perú de los terratenientes, de los oligarcas parasitarios, de las castas racistas, de los saqueadores del Perú, de las costumbres virreynales, aristócratas de medio pelo, de los pitucos de la huachafería social, los “huele-a-pichi” que aparecen en las páginas sociales, los mediocres y cobardes militares que no ganaron una y se rindieron siempre en cada frontera, los políticos baratos que siempre están de venta, los coimeros, los tránsfugas, los reciclados, los “redondos” de tanto rodar en la bajeza, los miro-quesadas de siempre pro-chilenos, pro-yanquis, pro-basura, los cavernarios prehomínidos opuestos a algún cambio, los religiosos y cucufatas para quienes los derechos humanos son una cojudez, los adoradores del mercado y de sus leyes antinatura, esos para los cuales el Perú es solo la casualidad de un aborto, de su aborto, una vez más habían trasgredido las leyes de la historia.

Opuestos a cualquier reforma, incluso la que podría acomodarse a su esencia plutocrática, impidieron el triunfo electoral del Partido Aprista que liderado por un Haya de la Torre influenciado por la revolución mexicana y rusa y por las doctrinas socialdemócratas, empatado con el devenir histórico de su clase se había lanzado al ruedo para poner en el camino un proyecto de desarrollo capitalista.

Era demasiado. Qué sabe el burro de alfajores. Viendo sapos y culebras en un proyecto que podría perpetuar su riqueza incrementándola sobre la base de una transformación de oligarca a capitalista, la pútrida oligarquía se puso la camisa negra de moda, la del fascismo, apoyando a Luis M. Sánchez Cerro, y en un fraude que luego sería ampliamente verificado, robó los votos del pueblo que apoyaban al candidato reformista, Víctor Raúl Haya de la Torre e impuso una nueva dictadura. Una más.

Casi 400 años habían casi transcurrido desde que el “michicuchi”, el cría cerdos, Francisco Pizarro, había dado inicio a la maloliente caverna política que sigue gobernando el Perú hasta nuestros días. Para ésta la insurrección popular fue demasiado. Muertos de miedo, los oligarcas ordenan a Sánchez Cerro a bañar en sangre la revolución de Trujillo, para impedir que ésta se extienda por todo el país. Mucho antes que Guernica, Trujillo fue bombardeado desde el aire para amedrentarlo y destruirlo psicológica y físicamente.

Miles de valientes luchadores hombres y mujeres ofrecieron una resistencia heróica pero inútil, como la heroína María Luisa Obregón, la “Laredina”, como era llamada cariñosamente y que metralleta en mano defendió la plazuela del Recreo, miles dejaron sus vidas cantando la Internacional y la Marsellesa, los himnos de las revoluciones populares que aun suenan y resonarán por el mundo hasta que se cumplan los deseos de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Ese 7 de Julio de 1932 perdimos la batalla. Por eso, este 7 de Julio un heredero, no del joven Víctor Raúl sino del senil y traidor Haya de la Torre, Alan García, prefiere celebrar el saqueo de Machu Picchu en la misma fecha en que hace 79 años atrás las limpias manos del pueblo salieron a barrer el país de las alimañas que nos gobiernan. No será siempre así. ¡No!

Quienes rendimos un justo homenaje a la Revolución de Trujillo de 1932, en su nombre, en el nombre de miles de luchadores que ofrendaron sus vidas por un Perú mejor, usaremos esta fecha para renovar nuestro compromiso de lucha por los mismos ideales por los que ellos marcharon al sacrificio: el Perú Socialista.

Triunfaremos, María Luisa “Laredina” Obregón.

Cabe

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