Las inauguraciones de las últimas de “cientos de miles de obras” de las que se jacta haber hecho Alan García, que sólo son celebradas y ¿conocidas? por los medios que, con seguridad, han recibido una tajada importante de la torta de la publicidad estatal, alrededor de 12 millones de soles anuales, que los hizo conversos al alanismo y su sagrada doctrina del “perro del hortelano”, muestra en toda su crudeza lo que es la “chambonada” en el Perú.
Obras a medias, mal hechas, o hechas al “carrerazo”, sobrevaluadas —con presupuestos que al final resultaron diez veces mayor que lo originalmente planteado—, de dudosa calidad y peor gusto, carentes de planificación y futuro, zahumadas de corrupción de principio a fin, listas sólo para la placa y el discurso, retratan de cuerpo entero no sólo lo que es Alan García sino la burguesía peruana. Una burguesía además de inepta, “chambona”.
“Chambón” es una palabra de origen popular, posiblemente deriva de chamba, pero de “chamba torreja”. Detecta al trabajador que termina una obra al “allá-va”, sin importar la calidad. Pero sobre todo delata al patrón que debiendo exigir calidad se conforma y hasta estimula que el producto final sea carente de calidad. La calidad no importa a esta clase de patrones. De este seudo-pragmatismo, la chambonería, está escrita la historia de la burguesía peruana.
El mafioso Henry Meiggs
Durante la mejor época del guano y la minería, a mediados del siglo XIX, específicamente entre 1868 y 1875, las compañías mineras que tenían sus asientos en La Oroya, demandan la construcción de un ferrocarril que facilitara el transporte de los minerales, entre los cuales el oro y la plata, que saqueaban del Perú. Es por esta época en que aparece Henry Meiggs un aventurero de mafiosa trayectoria que durante la fiebre del oro en California apareció en San Francisco especulando con propiedades inmuebles y luego dedicado a la construcción de muelles que, contando con el apoyo de algunas autoridades, fueron sobrevaluados. Luego, recurre a la falsificación de certificados municipales (warrants) para respaldar cuantiosas deudas. Por esa razón, para evitar ser preso, salió fugado, llevándose consigo 8 mil dólares de la época, partiendo para Sudamérica.
Meiggs, estuvo primero en Chile, donde hizo cierta fama construyendo el tramo del ferrocarril de Santiago a Valparaíso, con un contrato obtenido por medios corruptos que le deparara enormes y sucias ganancias que, por lo que se robaba, le generó el apodo de “Pizarro gringo” (Alejandro Salinas Sánchez, http://temashistoria.blogspot.com). Cuando las autoridades californianas solicitan su extradición, las autoridades chilenas se la niegan. Meiggs sabía demasiado de esas autoridades como para no tener su protección.
Meiggs y Balta, el García o Fujimori de entonces
Cuando llega al Perú, atraído por las informaciones acerca de la próspera economía de éste país gracias a la exportación de guano, Meiggs considera haber capturado a la gallina de los huevos de oro. Es así que forma un lobby muy dinámico con su hermano John y su amigo Charles Watson, entre otros, que consigue del gobierno de José Balta la promulgación de la Ley de Ferrocarriles que incrementó el presupuesto peruano de 3 235 000 pesos gastados entre 1850 y 1858 a los derrochados en contratos con Meiggs, 111 507 712 pesos, gastados entre 1868 y 1875.
Henry Meiggs, adicto a los juegos sucios y especialmente a la corrupción de los funcionarios, encuentra en Perú, a pesar de que aun no existía el APRA o el fujimontesinismo, una cantera de mafias corruptas y “argolleras”, que se manifestaban a cada paso desde el poder político y económico. En la construcción del Ferrocarril Central, algunos pedidos se hicieron usuales como “ingeniero, que el tren no atraviese mi hacienda”, o “haga lo posible para que bordee mis terrenos, para que estos se coticen mejor”… “ingeniero, agréguele un monto adicional a su presupuesto que yo lo arreglo con el ministro y a usted le caerá su tajada”, los “Bietos” y “Leones” de aquella época en pleno faenón con el gringo mafioso, y el presidente presuroso “haga cualquier plano, provisional, así nomás, ingeniero, que ya tengo ansias para inaugurar la primera piedra”.
Cobrando hasta después de muerto
“Chambonada” y corrupción bailando al ritmo del tren. Como el tren “eléctrico” de Alan García, planificado para construirse en 6 años, el Ferrocarril Central tomó 20 años para inaugurarse. Sin embargo, en 1877 muere Meiggs, dejando inconclusa la obra y sospechosamente, aun después de muerto siguió cobrando fortunas a través de su hermano y su socio Watson. El estado peruano quedó desbarrancado con las deudas originadas por Meiggs y el tristemente célebre "contrato Dreiffus". Una deuda que pagaron nuestros abuelos y padres y seguramente seguimos pagando nosotros.
En lugar de ser denunciado y perseguido por la justicia, Meiggs fue declarado poco menos que héroe y hasta se levantó un mausoleo a su “memoria” que, en realidad, debiera ser el símbolo de la corrupción de la chambona burguesía peruana.
Corrupción y chambonería, como política de Estado.
Son de imaginar los arreglos bajo la mesa de Alan o sus allegados, ministros y funcionarios, apresurando el paso para que el tren parezca listo cuando se “inauguró” el pasado 11 de Julio. “Termínenlo así nomás, lo importante es inaugurarlo” habrá dicho Alan. “Presidente, habrá contestado algún profesional conciente, aun falta resolver el problema de energía, no hay electricidad para mover la locomotora, la zona de Villa María del Triunfo (?) no tiene elevado y aun no se han resuelto los cruces peatonales y menos aun los vehiculares… falta mucho aun, presidente”.
García el inca-paz
“Termínenlo así nomás, a la chambonada, no puedo esperar más, ya tengo listo el discurso que me elevará a la inmortalidad” habrá sido la respuesta del caradura que compara ese mamarracho sobre rieles, un “tren de la ausencia”, como la ranchera de José Alfredo Jiménez, con pasaje sin regreso por la escasez de vagones, nada menos que con Machu Picchu ¡Nó!
Que diría Pachacútec el gran estadista, el que dispuso la construcción de Machu Picchu y extendió el Capac Ñam, o caminos del Inca, a más de 60 mil kilómetros, e incrementó las Colcas, el sistema de almacenes que llegó a cientos de miles de metros cúbicos, además de miles de hectáreas en andenes, unas obras que resisten a través de los siglos. ¿Compararse con el verdaderamente grande, Sapan Inca Pachacútec? No, pues. Alan sólo solo puede ser calificado de inca-paz.
¿Terminará Ordebrech, la empresa brasileña encargada de su construcción, el tren eléctrico de Lima que al parecer funcionará a petróleo y que registra 25 años de chambonada en chambonada, o la dejarán a medias como Meiggs, el “Pizarro gringo”, hace 150 años atrás?
Ay, Chambones.
Cabe
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