Walter Oyarce Domínguez y la banda de sus presuntos asesinos |
El carnaval de sangre que destaca día a día en los medios de comunicación se ve gigantizado en la reciente brutalidad con la que el joven universitario, Walter Oyarce Domínguez, hincha del Alianza Lima, ha sido demencial y criminalmente ejecutado por bandas dirigidas por empresarios privados que, gracias al neoliberalismo, piensan que el Perú es su chacra y que la vida no vale nada para quien no tiene el color de su piel o de su preferencia deportiva.
Esto es el capitalismo, la oda a la muerte, el baño de sangre, las manos enbarradas de pus y plasma. La muerte bestializada con premeditación, alevosía y ensañamiento. La industrialización del canibalismo, como que en el lugar del asesinato fueron encontrados varas de madera del mismo tamaño, mandadas a fabricar a la medida del demoníaco y fundamentalista tamaño del fanático que, con la misma sanguinaria violencia, puede enfrentar a contrincantes deportivos como a manifestaciones de trabajadores que son sometidas a balazos y cachiporra. Esta es carne de fascismo, nazismo, sionismo.
Opinan los “intelectuales de derecha”
Los “intelectuales de derecha”, es un decir, que escriben en Correo, el coprolálico medio que los acoge, se rasgan las vestiduras apelando a medievales conceptos morales y a la defensa de una familia que en el Perú sólo existe para una plutocracia en la que “la chola de la casa”, un ser humano producto de la destrucción familiar de la mayoría de la población empobrecida por el sistema económico imperante, se vuelve indispensable para la existencia de la familia burguesa; tales “intelectuales” se quejan, con lágrimas de cocodrilo, de la “crisis moral, ausencia de principios y… lenta destrucción de la familia”.
Hipocresía pura de quienes tiran la piedra y esconden la mano.
Apresado el presunto asesino David Sánchez Manrique Pancorvo, un empresario privado (privado del respeto a los derechos humanos), alias “loco David”, intentó con el poder de su dinero comprar su inocencia. Richard José Valverde alias “Negro Ampilio”, lo acusa con pruebas, llamadas registradas a su celular, de haber pretendido sobornarlo con 200 mil soles a cambio de autoinculparse.
¿Blanquiñosos asesinos? Por supuesto que no
Capturado José Luis Roque (¿tendrá parentesco con el poderoso Roque Benavides?) alias “Cholo Payet” ahora todos empresarios-privados-criminales apuntan hacia él. Claro, los blanquitos ricos o compran su libertad a cambio de la vida del negro pobre o simplemente le caen encima al cholo. Esto es absolutamente posible en un país, como el Perú, dominado por el racismo secular.
El “negro Ampilio” y el “cholo Payet”, entonces, tienen que ser los culpables
¿Y la Justicia peruana? Bien gracias. La policía capturó a los asesinos y luego los dejó en libertad como para que uno de ellos, apoyado en el parentesco con un accionista de LAN Chile se apresurara a abandonar el país rumbo a Miami, no podía ser a otro lugar pues esa ciudad es santuario de violadores a los derechos humanos y fugados de la justicia.
GREMCO, la empresa privada para controlar mediante videos cuanto acontece en el evento para mantenimiento de la seguridad pública, demoró tres días para entregar los videos a la fiscalía que a su vez los oculta a la policía retrasando la investigación e identificación de los criminales, pero en el colmo de los colmos, sospechosamente desaparecen los videos del período de tiempo en el que se cometió el crimen lo que impide el reconocimiento a los criminales.
Todo es mentira, mentira este lamento…
Todos opinan ahora. De derecha a izquierda, aprovechan el acontecimiento para tener su minuto en cámara, para montarse al morboso carruaje alegórico del corso carnavalesco que durará hasta que aparezca otro crimen que convierta este caso en “periódico de ayer”.
Como en muchos casos, quien sabe si las influencias, los tarjetazos, los faenones y la complicidad de la prensa capitalista logren el olvido de los crímenes de los empresarios-delincuentes, que tanta falta le hacen al capitalismo, entonces el negro y el cholo “pagarán pato”. El sistema necesita de ellos, de empresarios dispuestos a matar, como necesita al “pistolero de los muelles” José Chlimper, con todas sus fechorías y bravuconadas. Ellos deben mantener las manos libres para seguir en lo suyo: empobrecer al país, liquidando vidas por cada dólar que entra a sus bolsillos.
Bien dijo Marx, “el capitalismo nació con las manos manchadas de sangre”.
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