Monday, June 18, 2012

UNA HERENCIA QUE DEBEMOS RECHAZAR


Humala y Valdés contra el movimiento popular y social
Las últimas encuestas en el Perú coinciden en señalar la “caída de popularidad” del presidente Humala. Según éstas, el 75% de la población considera que el primer ministro Oscar Valdés debe irse del gobierno, también que casi el 60% de los entrevistados desaprueban la gestión presidencial.

Lo curioso del caso es cómo se leen las encuestas en los medios de comunicación que, en un 99%, responden a los intereses de las grandes corporaciones, que son las que realmente gobiernan el Perú. Para los medios de ultraderecha, no existe el enorme rechazo a Humala. Para esos medios, defensores a ultranza del capitalismo neoliberal, Humala tiene la aceptación del 40% y eso basta.

Esos medios, que también defienden la gestión de Valdés, coinciden con éste en que la política de Estado está por encima de la voluntad popular, que los presidentes deben seguir a pie juntillas. “El presidente debe olvidarse de sus promesas” afirma sin sangre en la cara el premier Valdés, instructor militar que siente que habla para su tropa, esa que debe cumplir sus órdenes sin dudas ni murmuraciones. Lo que no dicen los medios, es que esa política de Estado en realidad no responde a las necesidades populares, los pueblos no votan por ella, sino por la ganancia, fin supremo de las corporaciones capitalistas.

¿Por qué, si las movilizaciones populares, es decir las resistencias masivas contra los efectos del capitalismo neoliberal, que abarcan casi todo el país, están poniendo en jaque al gobierno, la movilización social, es decir los colectivos sociales que la empujan hasta la conciencia política, no sacan las conclusiones necesarias para llegar a la gran transformación que produzca una sociedad con Libertad, Igualdad y Fraternidad, esto es, una sociedad socialista?

 Pesa mucho, no sólo en el Perú y en el mundo entero, la dinámica reformista implantada desde la Primera Guerra Mundial por la traición nacionalista de la social-democracia y luego, desde fines de los años 20, la caída de la revolución bolchevique por el golpe de Estado llevado a cabo por Stalin y la burocracia que lo catapultó al poder. Suena a cantaleta, pero no deja de ser cierto.

En el Perú, el movimiento popular está aun manipulado ya sea por el viejo PC-ex moscovita, que controla la CGTP, en tanto que el Sutep y algunas otras organizaciones campesinas, son controladas por Patria Roja que es otra versión del PC, con una vergonzante identidad pro-China. Ambas organizaciones son herederas desde los años 30 del partido que fundara Eudocio Ravínez, luego de liquidar el Partido Socialista que fundara Mariátegui. Casi está por demás señalar que la traición de la socialdemocracia se ha expresado en nuestro país, en la degeneración del APRA, partido aun vinculado a la Segunda Internacional.

¿Debemos, entonces afirmar sueltos de huesos que la historia ya fue y que ahora “nosotros mismos somos”?

No pues. La historia se hizo carne y habita entre nosotros. Así como los genes paternos determinan el color de nuestra piel y la forma de nuestros rostros, la historia política que arrastra el movimiento popular y el social, determina el comportamiento político de éste. Y aunque suene fatalista, mientras no reconozcamos de dónde vienen los hábitos que nos conducen permanentemente a la derrota, no llegaremos al cambio.

Para comenzar, la derrota del movimiento popular y social, que sigue marchando cada uno por su cuenta, tiene sus orígenes en que la historia del reformismo y del estalinismo nos ha apartado de la lucha por el poder.

Por lo tanto, mientras el pueblo, los trabajadores, no luchen por el poder, seguiremos quejándonos de líderes traidores, de que la CGTP no organiza la huelga general, que Patria Roja solo manipula mientras saquea los fondos magisteriales, que el gobierno nos reprime, como si no fuere esa su función, que no estamos unidos, etc. etc. Palabras que desde hace más de 80 años, desde la muerte de Mariátegui, son la excusa para seguir en el reformismo y el estalinismo derrotista.

En los años 80, durante la dictadura de Morales Bermúdez, surgió la consigna de no mas militares ni patrones en el poder ¡Gobierno de Trabajadores! Duró poco esta toma de conciencia, los corruptos políticos de izquierda que se engolosinaron con su acceso al parlamento, como también a puestos de poder en alcaldías y presidencias regionales, se acomodaron a la política de Estado con la que realmente se gobierna en el Perú: la corrupción.

¿Hay alguna lección que sacar de esta historia que nos aplasta?

Los nuevos colectivos sociales, que rechazan con razón y con desprecio a la izquierda tradicional, y que son muchos, tienen ahora la posibilidad en sus manos. Sacudirse de la pesada herencia que nos derrota.

Monday, June 4, 2012

¿OLLANTA O FELI-PILLO?


Es evidente que la presidencia es un cargo que le quedó demasiado grande a Ollanta Humala. El nombre también.

Ollanta es un nombre que forma parte de una historia quechua de amor, heroísmo, valor y desafío al poder. Ollanta, el verdadero, durante el gobierno del gran Pachacutec, debido a su valentía y destreza militar, a pesar de su juventud, alcanzó el grado de capitán general del Antinsuyo, llegando a ser uno de los favoritos del Inca. Sin embargo, el bravo general por encima de las jerarquías sociales, se enamora de Cusy Coyllor, la hija engreída de Pachacutec y se atreve a pedirla en matrimonio.

Como era de esperarse, el Inca pone por encima de todo el asunto de linajes y deniega la petición, confinando a Cusi Coyllor a un Accla Huasy, una especie de convento en el que se educan las nobles del imperio, mientras Ollanta, se rebela al Inca y le declara la guerra desafiando su poder. Durante diez largos años Ollanta resiste sin ser derrotado hasta que muerto Pachacutec, su sucesor, Inca Yupanqui, pondrá fin a la rebelión de Ollanta amnistiando al general rebelde y permitiendo la boda con su hermana Cusy Coyllor. Obviamente ese fue el mayor triunfo de este invicto general.

El Ollanta "bamba"
El comandante Ollanta Humala, tiene un pasado escabroso que pone su valentía en duda, toda vez que se le acusa de asesinar a pobladores inocentes en la selva amazónica, en el pueblo llamado Madre Mía. Al parecer, los documentos que lo acusarían habrían desaparecido, logrando su impunidad, gracias a las habilidades del coronel retirado, Adrián Villafuerte, que hoy tiene un cargo muy extraño al costado del presidente. Exactamente el mismo cargo que tuvo Vladimiro Montesinos con Fujimori.

Durante las elecciones, el Ollanta bamba, aparentó desafiar a las corporaciones multinacionales y a defender los intereses del pueblo. Como en el caso de la defensa del agua frente a las mineras en las que el candidato de papel, hizo suya la frase “agua sí, oro no”, que ahora con Humala en el poder ha sufrido una metamorfosis, “agua sí… oro también… un poco de corrupción tampoco está mal…”

Feli-pillo
Definitivamente este Humala no se parece al guerrero que desafió al Inca. Mas bien lo encontramos muy parecido a otro personaje, el tristemente célebre Felipillo papel que también protagonizara Alejandro Toledo desde la presidencia.

Felipillo, es un personaje que encarna la traición y el sometimiento a las fuerzas extranjeras. Era éste un poblador de la comunidad Tallán, que se ubica en Piura. Según la historia, se acercó a los españoles para servirles de intérprete y auxiliarlos primero para la captura de Atahualpa y luego para precipitar su asesinato, decretado por Francisco Pizarro. Este abyecto traidor es el que más se acomoda a las características de Humala presidente, quien desde el poder, no deja de sorprender por su infame, rastrera e incondicional defensa a las transnacionales que hoy aplauden sus órdenes de disparar contra las poblaciones que protestan contra el mal gobierno.